Cupula.

Cupula.
Obra gris que no lo es.

jueves, 17 de marzo de 2011

50 Japoneses

Tuve oportunidad de laborar en una empresa que me dio mucho.
Y me heredo por encima de todo, el orgullo de haber pertenecido a ella.
En los tiempos que fueron por demás difíciles, las personas que habían emprendido otros proyectos, me decían, estas como los músicos del Titanic, el barco se está hundiendo y sigues tocando.
Dicho comentario lejos de desalentarme, me dio causas para seguir visualizando un barco que recuperaba su nivel y que incluso, emprendía camino hacia un nuevo horizonte.
Hoy ya no estoy en esa empresa, probablemente no está del todo recuperada, pero sin duda saldrá adelante.
En las noticias veo las incidencias de Japón. Como ya mencione anteriormente, tengo cierta empatía con lo que están batallando, pues guardando las proporciones, viví algo similar.
Te das cuenta como la solidaridad tiene sus límites.
Primero nos agobiaba el sismo, luego el Tsunami. Luego las plantas nucleares.
Esta nos inquieto más pues representaba en la cabeza de muchos, riesgos colaterales para nosotros.
La solidaridad hasta donde no me afecte.
De repente dejamos de hablar del sismo y el Tsunami. Empezamos a preguntar si la lluvia, si el pescado, si las teles.
Entre más lejos, mejor. No debieron de haber previsto? No que tan buenos los japoneses?
Es decir, nos sale la parte de humanidad que aflora nuestra poca empatía. Nuestro lado corriente.
En este caos, hay 50 japoneses que siguen y han estado trabajando en disminuir los riesgos radioactivos para la humanidad. Han estado tomando decisión tras decisión. Viviendo el riesgo en primera persona. Entran y salen después de las explosiones. Regresan.
Mientras unos no queremos que la lluvia nos acaricie ni acompañados de una canción de Manzanero, ellos están ahí adentro, por voluntad y en pleno uso de sus facultades.
No hay paga que lo valga. Pues lo más valioso no es el dinero, sino el tiempo.
Y lo están arriesgando todo.
Tuve oportunidad de estar en una empresa que para muchos era como el Titanic. Para mí, era una causa de hacer las cosas. Di lo mas que tuve y lo mejor que tuve. Aunque viví riesgos de vida ciertamente, nada semejante a los 50 japoneses.
Honor a quien honor merece. Honor a los 50 japoneses que no sé ni sus nombres.
Honor a todos aquellos que emprenden una lucha a la que más del promedio se da por vencido.
Honor a los que siguen, por el placer de seguir escuchando los violines de la vida.
Seguimos.
Mario Lugo.

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