Cupula.
miércoles, 30 de octubre de 2013
Aeroshow, Sismo y Honestidad
Opinar sobre lo sucedido recientemente resulta ineludible para los que estuvimos al menos cerca de la tragedia.
Establecer juicios y responsabilidades es lo último que espero a través de los siguientes párrafos.
De ser así, habré fracasado en la idea que se desea transmitir.
Mi más sentido pésame para los familiares de las víctimas.
Mi pésame ante la partida de algunos que ya no volverán.
Mi solidaridad para aquellos que la vida les cambio.
Por compañías inalcanzables, por momentos imborrables, por realidades distintas a las de esa mañana.
El debate de números es por demás estúpido. La perdida de una sola persona no le cambia a la tragedia de nombre.
El pasado 4 de abril del 2010, me toco la experiencia más estrujante de mi vida profesional.
Trabajaba yo en aquel entonces para una empresa que quise y quiero mucho.
Una empresa que a pesar de sus fallas, tenía la convicción de hacer las cosas bien.
Lo que no se hacía bien, no era por convicción, era por ineptitud.
Se presentó un sismo antes de las 4 de la tarde. Era un domingo. 7.2 en la escala de Richter.
A juzgar por los videos, duró poco menos de un minuto.
La empresa donde laboraba había construido al menos 1,500 viviendas.
Tuve el honor de ser Director de Construccion.
Esa tarde, decidí esperar a que me llamaran, si había malas noticias mi celular sonaría.
El domingo transcurrió sin novedad.
Lunes por la mañana me comunique con Javier, quien era el brazo derecho de la construcción allá.
Aun no había nada que reportar, realizaría un recorrido por cada uno de los desarrollos y luego me comunicaría los daños.
Pasadas las 10 de la mañana del lunes 5 de abril, me habló Javier. Había al menos 5 casas contiguas entre si, muy lastimadas.
Algún daño personal? No, solo materiales me comento. Aunque los vecinos se veían muy alterados.
Javier, no vayas ya a los fraccionamientos. Organizo mi viaje y te acompaño, le comente.
De las pocas cosas que le puedo cuestionar a la autoridad municipal de la administración saliente, es que se sientan dueños de la ciudad.
Decía mi exjefe que la vida en las empresas transcurría en tres etapas distintas.
1.- Querer a la empresa.
2.- Quererla como si fuera propia.
3. Quererla entendiendo que no es tuya.
Creo que por el ciclo tan corto de las administraciones municipales, se quedan en la número 1, a lo mucho la 2.
Por mi trabajo tuve la oportunidad de coincidir con distintos funcionarios. De todos ellos recibí respeto, lo mismo que les ofrecí en reciprocidad. Sucedieron algunos excesos de autoridad que me atrevo a mencionar pues los comente con ellos directamente en su momento. Excesos que se cometen como los comete el padre de la novia al afrontar los gastos de la boda. Como los que comete la familia que no tiene como, pero organiza una quinceañera aventando explícitamente la casa por la ventana. Sin embargo, no son más excesos que los que propicia la política mexicana en su conjunto. Con los colores que se deseen visualizar.
Soy de los que disfrutó el Aeroshow en sus buenos momentos. Disfruto y he disfrutado del Parque Metropolitano Presa el Rejón. Respetable esfuerzo sin duda. Con bancas y sombras cubiertas por el agua. Respetable al menos en mi opinión.
La experiencia en Mexicali me enseñó que no es necesario ser malo para estar sumergido en un mal resultado. Había cinco casas que hubiese deseado no ver nuca de la manera que las vi. Descuadradas. Lastimadas. Inhabitables.
Después de una reunión por videoconferencia con representantes del fraccionamiento donde estaban las casas más lastimadas, me trasladé a Mexicali para atender personalmente la situación. Las fotos observadas no empataban con las expresiones de Javier. Aprovecho y lo escribo, Javier y Victor son los arquitectos que mas me enseñaron con los que he tenido la oportunidad de colaborar.
Llegue al fraccionamiento antes citado alrededor de las 2:45 de la tarde. La cita con los vecinos era a las 3 de la tarde.
Cerca de 100 personas esperaban mi presencia en el fraccionamiento.
Javier pasó por mí al aeropuerto.
El tiempo de traslado me permitió analizar los antecedentes que envolvían dicha obra.
Tal vez era el año del 2004, no lo recuerdo bien. El mercado de la vivienda se apretó con la llegada de nuevos competidores. Los costos rebasaban los precios y márgenes deseados. Una de las opciones era, bajar los costos. A nosotros nos proyectaba un calculista conservador. La estructura de nuestras casas era obesa en comparación con la construida por otros desarrolladores de Mexicali. Desarrolladores respetables.
Mi jefe de aquel entonces en una junta me dijo. Necesito que cambies de calculista y traigas uno con menos protecciones y mejores costos.
La discusión se hizo más fuerte.
Al no aceptar, le pedí me corriera y contratara al Director que cambiara de calculista. Yo no tenía elementos de tomar una decisión así.
En algún momento dudé ya que no pocas veces soy necio.
La discusión toco su climax en ese momento. Me quede con la idea de que la solución propuesta no le molestaba a mi exjefe.
A lo mejor perdía mi trabajo.
Poco a poco nos relajamos.
Ya en la cena, misma que ocurría típicamente después de las juntas, le pregunté, ¿Por qué me presionas así?
El me dijo, mi trabajo es llevarte a tu límite, el tuyo es defenderlo.
Seguimos trabajando muchos años juntos.
Lo que se de la tragedia, lo sé por los periódicos y un tanto por comentarios de gente cercana. Ninguna de las fuentes incluidas los diarios son plenamente confiables. Sin embargo alguien citaba la enorme tristeza del ex alcalde al ser testigo de la escena. Como ciudadano, no lo puedo imaginar distinto.
Al llegar al fraccionamiento en Mexicali, nos trasladamos directamente a las casas más afectadas.
Cualquier imprudencia de mi parte, hubiera provocado un linchamiento.
Las replicas seguían, el miedo estaba muy lejos de disiparse.
Por azares del destino, había anunciado mi salida de la empresa para tratar, por mi cuenta de sobresalir con la experiencia ganada.
Las primeras dos familias solo me pedían les asegurara la disponibilidad de asumir la responsabilidad que la empresa tenía.
La empresa era buena, lo creía, lo creo y hasta que algo extraordinario suceda, lo seguiré creyendo.
Otra familia, se expresó a través da la mama. La mama, al sentir el sismo, tomo a su niño de menos de cinco años y salió de la casa. Ya desde fuera veía como su casa oscilaba de un lado al otro. En ese mismo instante, entendió que su hijo mayor estaba en el interior y no salía. Seguía temblando y no salía. En ese instante la señora rompió en llanto. Al menos 80 de las 100 personas ahí seguían como testigos. El esposo enfrente de mí con los ojos enrojecidos.
Con el sismo la puerta se descuadro y se atoro la puerta estando cerrada. Un librero se vino abajo y obstaculizo aun más la salida.
El sismo transcurrió con su hijo adentro de la casa en movimiento.
Solo pude disculparme y agradecer a Dios que todos estaban bien. Le asegure trabajaríamos en sacar la situación adelante.
Proseguimos, atendimos gente molesta, asustada, tranquila y preocupada.
Una mujer, relativamente joven, estaba muy molesta conmigo.
Me reclamó que su madre era diabética y padecía de alta presión. Pudieron haberla matado, citó.
Gracias a Dios que su mama está bien, le comenté.
Ese fue mi último mes en la empresa. Atendí a más de 200 familias representadas por todo tipo de personalidades.
Mi atención a la crisis fue de un poco más, ya que la empresa donde laboraba, me pidió apoyo por un par de meses más.
No me imagino el dolor de dejar una tragedia a tres días de partir. Cuando las noticias y comentarios eran diametralmente opuestos, se presenta una situación que nadie puede planear para que suceda. Ese día mi familia y yo, pasamos por el lugar sin bajar del vehículo. Lo que se lograba era un ambiente hermosamente familiar.
Por las noches llegaba abrumado al hotel. Mi trabajo y convicción era que todo iba a salir bien. Las replicas hacían que crujiera el hotel, luego la cama se mecía. Cuando alcanzaba a comprender que era un sismo, este ya había acabado. Por las mañanas me enteraba de la intensidad del sino recién ocurrido. Sin duda llegaba a mi almohada el temor e intranquilidad de la gente.
El equipo que había logrado conjuntar, era honesto. El calculista seguía siendo el mismo. El contratista de las casas había sido mi colaborador. En un afán de demostrar que la sustentabilidad de los análisis de costos, nos pidió darle la oportunidad de construir por su cuenta casas. Así ocurrió con calidad satisfactoria. Si en algún lugar estaba analizado el producto y su ingenieria era en Mexicali. Esto gracias a David, otro colaborador. Yo caminaba la obra. Recordaba los bloques. Las losas. Porque se podía fallar así. Los correos y sarcasmo empezaron a correr por correo con imágenes indefendibles.
Se que se dudo de mi y era entendible. Participaron peritos ajenos a mi equipo para opinar.
Empezaron a deambular peritos por los fraccionamientos. Primero presentaban un panorama por demás sombrío. Luego te presentaban un presupuesto de solución. Sus procedimientos mostraban todo, menos experiencia. Sin embargo en un escenario de pánico, tenían más credibilidad que nosotros.
Uno solo era el núcleo de mi tranquilidad. La honestidad del trabajo.
Algún Banco en su defensa para no cubrir seguros hablaba en su dictamen de fraude constructivo.
Podía aceptar cualquier tipo de reclamos y criticas, menos ese.
Cada ladrillo, bloque, saco de cemento, decisión, ingeniero, arquitecto, se había pagado con esfuerzo y trabajo.
No tenía ni amigos, ni parientes involucrados en la obra.
Nadie tenía que aportar nada a nadie, que no fuera un trabajo de calidad para ser contratado.
Ninguna decisión se había tomado con alguna influencia.
La empresa donde trabaja invertía cada peso y un poco más de lo que el negocio daba para lograr lo más posible a favor de los clientes.
Ningún permiso se tramitaba con trampas, nada.
Esa tranquilidad la tomaba por las mañanas para darles la cara a muchas personas.
Con esa tranquilidad regresaba a casa a descansar y desahogarme con mi familia.
Con esa tranquilidad cenábamos ya transcurrido el día.
En un restaurant de tacos.
Un negocio sano no da para cenas lujosas y costosas.
No soy quien para cuestionar lo que faltaba en el Aeroshow.
Es sencillo decirlo después de lo sucedido.
Espero que las victimas encuentren la paz en este mundo o más allá.
El dolor es inimaginable.
Mi respeto y solidaridad para los que siguen.
Sé que es posible equivocarse aun en la claridad de que todo está bien.
Sé también que a veces lo que las aseguradoras llaman, actos de Dios, cambian nuestras vidas.
Sé que las casas más afectadas después de un estudio geológico realizado, se vieron envueltas en una reacción sísmica 0.8 veces mayor al resto de la ciudad.
Sé que la empresa que dejé, sigue y esta mejor sin mí. La vida está hecha de ciclos.
Sé que en momentos de crisis, lo único que nos da la tranquilidad antes de dormir es actuar con honestidad.
Lo que permite escribir es saber que no le debo ni un peso, a cada uno de los propietarios afectados por el sismo.
El sismo de Haití fue menor y mató a mucha gente.
Gracias a David, Mario, Javier, Roberto, Gerardo, Christian y Fernando.
Gracias a los que no menciono.
Deseo que la tragedia no se vuelva a repetir.
Deseo que vuelva el Aeroshow, al menos la experiencia de coincidir en familia.
No puedo ponerme en los zapatos de los padres y madres que perdieron a sus hijos.
Mi respeto nuevamente.
Deseo que la falla sea de quien sea, se haya dado en un escenario de honestidad.
No puedo ponerme en los zapatos del equipo que llevo a cabo el evento si no fue así.
Deseo con sinceridad que la calma llegue a sus camas antes de dormir.
Deseo que la honestidad en nuestro país, no sea un atributo, sea una regla.
En realidad es mejor negocio, ser honesto.
Las malas circunstancias pueden llegar, nuestro núcleo esta en tener un recorrido de decisiones honestas.
Seguimos.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)